El Atlético acusa una expulsión infantil de Lenglet y no pasa del empate en Balaídos

De cinco en cinco y el Atlético de Madrid tiraba porque le tocaba. Tras la masacre acontecida en el derbi madrileño y la consolidación de las buenas sensaciones también en Europa en el partido de Champions que midió al conjunto de Simeone con el Eintracht de Frankfurt, los pupilos del Cholo arribaban en Balaídos para tratar de amargar aún más la temporada a los gallegos, en zona de descenso y con un eminente problema defensivo que se traduce en un saldo negativo de más goles encajados que anotados. 

Y así fue, para desgracia de los locales. No se cumplieron los diez minutos de encuentro cuando el Celta, replegado tras un inicio tímido que no fue capaz de asustar al Atlético de Madrid, no ejecutó a tiempo la estrategia de fuera de juego en un balón que llegó imantado a los pies de Pablo Barrios, que esprintó y cabalgó la banda al contraataque, llegando al área rival como un ariete a los portones de un castillo medieval. A pesar de que le acompañaban Julián y Nico, esperando el pase de la muerte mientras se relamían las comisuras de los labios, fue finalmente Starfelt el que empujó el balón al interior de su propia portería. Gol tempranero y faltaba ver si el Atlético de Madrid obedecía el instinto defensivo inherente a su genética fuera de casa, adormeciendo el ritmo del partido, o si, por el contrario, apostaba por dejarse llevar por sus impulsos recientes y seguir apretando en busca del segundo.

Aparentemente eligió una mezcla entre ambas. Trató de no lanzarse de forma precipitada a la portería contraria, adoptando una postura más pasiva y neutral ante el asunto, esperando a que el Celta enseñara también su mano, pero sin dejar de intentar algún que otro ataque posicional y acurrucado en la posesión plácida de la pelota, con un Julián algo desaparecido y un Nico González sobre el que recaían gran parte de las conducciones por la banda.

El Celta comenzó a desperezarse hacia el minuto veinticinco del primer tiempo, encontrando líneas de pase y huecos evidentes en el centro del campo ante la debilidad de un Atleti demasiado apostado en las bandas de Balaídos, que volvió a tener una gran oportunidad de gol tras una volea ejecutada por David Hancko, siempre versátil e incisivo también a la hora de sumarse al ataque, que estuvo a punto de convertirse en el segundo pero que una parada estratosférica de Radu dejó en agua de borrajas.

La peor noticia llegó al borde del final de la primera parte, con una acción defensiva pasada de revoluciones de Lenglet, que ya contaba con una amarilla y vio la segunda para dejar con diez a los suyos, obligando a Simeone a tirar de estrategia y sesos en busca de un esquema más defensivo que permitiera al Atlético de Madrid hacer válido el tanto en propia puerta de Starfelt y sacar los tres puntos de Vigo en un partido que comenzaba a ponerse tremendamente cuesta arriba.

El Cholo no sorprendió y retiró a Griezmann para dar salida a Javi Galán y por tanto engrasar la defensa, dejando a Julián como único punta en ataque en caso de necesitarlo, aunque la dinámica no iba a ser precisamente ofensiva sino de vigilancia constante de la retaguardia.

A pesar de la desventaja numérica, el Atlético de Madrid no se acobardó del todo y acabó obedeciendo, aunque fuera parcialmente, aquella regla no escrita de que la mejor defensa es un buen ataque, con Pablo Barrios haciendo un sobresfuerzo mayúsculo casi como box to box y Llorente, Nico González y Giuliano Simeone atacando apaciguadoramente por las bandas, tratando de evitar que el Celta se convirtiera en dueño y señor indiscutible del partido y colocase a los colchoneros contra la espada y la pared.

Aunque había algo en el ambiente, como cuando en las películas de miedo se huele al muerto antes de que el monstruo lo asesine, que decía que el Celta iba a tener por lo menos un par de ocasiones claras con las que disparar a bocajarro contra la portería de Jan Oblak y dejar en cuidados intensivos al Atlético de Madrid.

Y así fue. Entró Aspas, y como es costumbre, acuchilló al Atlético de Madrid, una de sus víctimas preferidas en liga, en una acción que pasó por las botas de Mingueza y Borja Iglesias, que taponó Jan Oblak en primera instancia pero que quedó en la boca de gol y que empaló el extremo español con suma facilidad para poner el 1-1 definitivo en el marcador.

Introdujo Simeone a Nahuel Molina, Álex Baena y Alexander Sorloth para buscar potencial peligro en alguna acción a balón parado que terminó no llegando, para desgracia de un Atlético de Madrid dolido y renqueante fuera de casa (después de dos partidos de éxtasis incontenible) y un Celta de Vigo ampliamente sólido en ataque, que sin embargo no fue capaz de finalizar la jugada en forma de primera victoria de la presente temporada, en la que ya suman 6 partidos empatando 1-1. El Atlético de Madrid, por su parte, cosecha tan sólo 3 victorias de 8 posibles (y eso que comenzó ganando los 8 partidos) y sigue mostrando las costuras, entretelas y retales deshilachados cuando escapa del Metropolitano.

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