Brotes verdes en el Metropolitano. Al menos, fácticamente, si tan sólo atendemos a los hechos y a las sensaciones que ha desplegado el equipo, mucho más sólido y contundente que antes del parón de selecciones. El Atlético de Madrid, liderado por los tantos de Pablo Barrios y Nico González, que se marchó con molestias físicas, quién sabe si lesionado, no dejó escapar ninguno de los tres puntos que se disputaron en esta cuarta jornada de liga que lo midieron cara a cara con al Villarreal tan ofensivo que ha construido Marcelino.
Se santiguaba Koke Resurrección repetidas veces antes del inicio del partido, mirando al cielo como si, más que un capitán volviendo a portar el brazalete y recuperando la batuta del centro del campo, fuera un aficionado cualquiera frente al televisor. O un peñista más en el segundo anillo del Riyadh Air Metropolitano.
Y quizá los rezos católicos del número seis del Atleti terminaron dando sus frutos. Una muy mala entrega atrás de Cardona, agobiado por un Giuliano muy incisivo y eficaz en la presión, dejaron una pelota suelta en forma de caramelo que Pablo Barrios, a pase de Julián y ya prácticamente al cien por cien de su capacidad futbolística y de nuevo anclado firmemente al once inicial, no dudó en aprovechar antes siquiera de verse cumplidos los primeros diez minutos de encuentro.
El Atlético de Madrid salió desatado al verde del Metropolitano. Irreconocible. Prácticamente otro equipo si se le compara con la versión vista antes del parón de selecciones, que parece haberle sentado de maravilla a los muchachos de Simeone: muy vertical, pétreo en el ajuste de líneas, firme y veloz en el movimiento de pelota, especialmente en el cambio de una banda de ataque a otra y en la conexión con los jugadores —Koke y Pablo Barrios en este caso— situados en el mediocampo, clave en este cuarto partido en cuanto que oxigenaba constantemente el juego de ataque rojiblanco. Y con un Antoine Griezmann que volvió a dejar retales de su grandeza a la hora de diseñar y dirigir el juego de los suyos.
Pero el equipo de Marcelino, algo aletargado tras encajar el gol tempranero, despertó enseguida y tuvo varias ocasiones para castigar al Atleti, que finalmente quedaron en agua de borrajas en mitad de un partido que desde el principio ya se preveía muy movido y con mucha alternancia en la posesión de balón.
El ejército del Cholo siguió cabalgando en el ocaso de la primera parte, penetrando (o al manos tratando de penetrar) el muro castellonense, sobre todo a través de la nueva banda izquierda que de manera improvisada lideraron Ruggeri y Nico González. Sin embargo, fue incapaz de meter algo más de tierra de por medio y, paradójicamente, tuvo que pedir la hora cuando el Villarreal amenazó con un libre directo ejecutado al borde del área grande de los locales que terminó estrellándose con dureza contra la cruceta.
Comenzaba la segunda parte y Simeone, que escogió no tentar a la suerte, dio salida a Alexander Sorloth en sustitución de Julián Álvarez, que tenía una cartulina amarilla en el casillero. Quizá fue consecuencia indirecta de su ausencia, o más bien el cambio de chip que se produce siempre que Sorloth está en el terreno de juego, cuando, por su altura, los interiores del Atlético de Madrid apuestan por incrementar de forma exponencial el número de centros tensos al área y de ocasiones que se deciden a varios decímetros de altura del suelo; pero el caso es que, en una ocasión en apariencia nada peligrosa donde Llorente tiró más de coraje y corazón que de lógica y calidad, un centro impreciso que escapó de las botas del ahora lateral español peinó el tupé del ariete noruego y recayó sobre la cabeza de Nico González, que entró a atacar el pase desde el costado zurdo.
El balón besó las mallas tras superar al portero groguet y el recién llegado atacante argentino se congratulaba por su estreno de ensueño: tan sólo un entrenamiento, titularidad —con lo difícil que eso supone casi siempre en un equipo dirigido por Simeone— y gol en sus primeros minutos como colchonero para frenar la sangría de puntos de las primeras jornadas. Seguramente, en las últimas horas de mercado, cuando se selló su traspaso al Atlético de Madrid, Nico ni siquiera se esperaba tener un estreno tan dulce, pero las circunstancias agonizantes de este equipo necesitaban medidas desesperadas. Y héroes inesperados, como cuando en una serie resucita ese personaje que creíamos muerto para salvar la papeleta.
El Atlético siguió manejando los tiempos del encuentro e inclinando todas las piezas del tablero contra el equipo de Marcelino, tanto que el tercer tanto llegó tras un potente cabezazo de Lenglet a la salida de un córner, aunque el central francés, a juicio del colegiado, cometió falta en un empujón previo que Munuera Montero consideró suficiente para anular el tanto en cuanto que servía para ganar la posición y rematar con más comodidad.
Meneó el árbol Simeone para el último cuarto de hora de la cita liguera. Hancko dio relevo y descanso a Matteo Ruggeri y Gallagher sustituyó a un físicamente exhausto y acalambrado Nico González, que recibió el primer agasajo por parte de la que ya es su nueva afición. Tan sólo un minuto después, y necesitando invocar otra ventana, Le Normand, que todavía arrastraba severas molestias tras un costalazo en la espalda después de una mala caída, dejó su sitio en el terreno de juego para que Marc Pubill debutara con la rojiblanca.
No tuvo el lateral español demasiadas oportunidades para demostrar sus capacidades futbolísticas, o para dejar de hacerlo. El partido se tornó muy enfangado y brusco en los últimos momentos, sobre todo cuando Mouriño barrió a David Hancko, que acababa de salir al terreno de juego y que tuvo que abandonarlo en menos de cinco minutos, visiblemente molesto y cojeando.
Se defendió como gato panza arriba el Atlético de Madrid para defender un resultado que, por fin, valía su precio en quilates de oro. Era la primera ocasión en la presente temporada de liga en la que, tras adelantarse en el electrónico, el equipo del Cholo supo mantener el tipo y, más importante aún, el resultado, que lo saca de la situación casi terminal a la que llevaba atado desde la vuelta al cole. Falta ver si el equipo de Simeone logra mantenerse en esta senda y se reengancha a la parta alta de la tabla o si cuanto se ha visto no ha sido más que un onírico espejismo.