Naufragar con los nuestros

Estoy convencido de que hay quienes no dudarían en renegar de su pasado, en olvidar de dónde venimos y hacia dónde nos dirigimos, con tal de llenar de metales la sala de trofeos del Metropolitano. En borrar parte de la historia de nuestro club, en suprimir nuestro bellísimo gen derrotista —pupas, siempre nos pasa algo, expertos en perder eliminatorias y finales de maneras cada vez más antológicas y graciosas, como con un rematado maldito doble toque en un penalti que dice ahora la IFAB, a buenas horas, mangas verdes, que debió haberse repetido— para llenar de números —quince, veinte, treinta y seis, cien mil millones— los parches de nuestra camiseta.

Eliminarían de la faz de la Tierra y por la puerta de atrás a Godín, Diego Costa, Gabi, Giménez, Caminero, Futre, Ufarte, Burgos, Heredia, Adelardo, Toni, Simeone, Savic, Grifa, Pereira, Calleja, Ovejero, Ben Barek, por ejemplo, porque no son, desde el punto de vista estético, en la opinión de los sabios de pluma afilada que deciden qué tipo de fútbol es el decente y cuál no, que separan el estilo que debe ser practicado y el que debe ser brutal y mediáticamente neutralizado, jugadores que contribuyan a un súper estilo, chachi guay del Paraguay, capaz de ganarle por 4 goles o más a un media tabla.

Temo ser yo quien se lo diga, pero se han subido al barco equivocado. Para tales cosas ya existen otros, y lo hacen muy, muy bien. Otra cosa no, pero hay clubes que son sin duda expertos en doblar por las esquinas a sus leyendas cuando envejecen y, como si fueran papel usado, las despiden con una canción y con los títulos ganados detrás, fotografía para el recuerdo de por medio, mientras desde el palco cierran una operación de 60 millones de euros más variables por su sustituto, que no temerán en mandar a paseo si en dos años surge un nombre más potente y con más valor de mercado. Yo me niego a convertirme, o a siquiera parecerme en el más ínfimo porcentaje, a eso. Cuanto más lejos de esa práctica, mejor. No es Atleti. No somos nosotros. Y no hemos de serlo nunca, por conciencia, por honor y por valores. Somos distintos al resto, y eso es lo que les sigue fastidiando: que ganemos, poco, sí, pero a nuestra manera. Bajo nuestras normas y con nuestra gente.

La última víctima de esta peligrosa tendencia ha sido Koke, por ejecutar la cláusula de renovación de un año más presente en su contrato cuando ambas partes, club y jugador, han hallado acuerdo y se han encontrado en sintonía. ¿Y qué habría que haber hecho, a ver? ¿Como ya no es aquel chaval que enamoró al Calderón le vendemos a un equipo aleatorio de Arabia por quince millones y dos en bonus? ¿Como ya, por edad, no puede rendir como antes nos olvidamos de todo lo que ha dado por este equipo, física y emocionalmente, de que es nuestro capitán y de que se ha ganado el derecho, como poco, a decidir cuándo quiere y cree conveniente abandonar al equipo de su vida? ¿Cambiamos el brazalete por un nombre cualquiera procedente de la Premier? Pues no. Y a mí, ahí, como supongo que a tantos otros, me tendrán enfrente siempre.

Koke es sinónimo de Atleti. Ha dedicado una vida entera al cultivo de sus colores y a promulgar lo que cuanto ser de este equipo significa. Ha llevado la bandera y el escudo rojiblancos por toda Europa, por todo el mundo; aguantado el chaparrón en las noches duras, siempre fiel como ningún otro, y mostrado su mejor sonrisa en las noches de alegría. Recuerdo con fervor aquel audio filtrado cuando se nos iba aquella liga del 2020/21, la de Suárez, de nuevo teníamos al Madrid pisándonos los talones y el chaval ejerció de capitán, se echó el peso del equipo sobre su humilde espalda y explicó que íbamos a ganarla por lo civil o por lo criminal, costara lo que costase. Y así terminó siendo. La levantó al cielo de Valladolid y la trajo a Neptuno embadurnada de sudor. Sólo con eso lo quiero en mi equipo hasta que él desee lo contrario.

Ya lo dijo mejor de lo que lo haré yo nunca la gran Almudena Grandes: «Y hemos sufrido, sí, pero mucho menos que los que no han ganado nada. Así que, por mis padres y por mis abuelos, por mis hermanos y por mis hijos, bendito seas, una vez más, Cholo Simeone. Benditos tus muchachos, uno por uno. Bendita esta locura, la gloria del Atleti». Pero me permitiré añadirle algo, a la gran Almudena. Antes naufragar con los nuestros que ganar y llenarnos de gloria y oro con otros que no nos remuevan jamás el corazón.

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